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llevar adelante, y la importancia de su papel, dado el número de religiosos que tenía y la cercanía con China. La segunda idea, un poco descabellada, pero no imposible, era mar– charme a Pingliang en cuanto tuviera las cien primeras frases, suficientes, como quien dice, para dar los buenos días, buscar un billete de autobús y poder comer algo. En la casa de los Franciscanos comencé a tener en seguida mucha información. Casi todo el mundo pasaba por ella: sacerdotes, religiosas, cristianos, obispos e incluso cardenales. El Pronuncio Apostólico, Mons. Gobel, vivía con nosotros. Sus secretos eran nuestros secretos, ya que todos trabajábamos para lo mismo. Y llegaba información muy delicada desde China. Por otra parte, el padre Pieraccini seguía siendo la vieja memoria de la iglesia china; una auténtica computadora de datos y recuerdos para rehacer la nueva Iglesia que se avecinaba. Además, la casa servía como un Banco particular a muchos religiosos y religiosas que destinaban su dinero a ayudar a China, haciéndolo a través de los Franciscanos que organizaban y controlaban los envíos a través de personas de confianza. Yo, entre lecturas, estudio de idiomas y nuevos conocimientos de aquella realidad asiática, parecía un pentecostés redivivo de lenguas y optimismos. La ayuda que se me daba era también fraterna; pero ya se sabe que a la postre es uno quien debe sacarse sus propias castañas del fuego. Y así fui aprendiendo, yo viejo misionero de América, a vivir en Asia. Tuve la oportunidad de enterarme de muchos detalles acerca de nuestra antigua misión de Pingliang, que era la que por ahora me interesaba. Continuamente se recibían noticias, y la que más me alegraba era saber que, cuando quisiera ir de visita, no tendría ningún problema. También, como me había propuesto, comencé a propagar la nueva andadura, escribiendo en el OPI, en el Mensajero de San Antonio y en algunas otras revistas de modo esporádico. Dediqué muchas horas desde el principio a escribir cartas y a presentar proyectos de futuro, anticipando a muchos amigos y bienhechores la ayuda que me podrían ofrecer algún 26

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