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Las tres jóvenes, viendo que la policía no les quitaba el ojo y que el guía se ponía nervioso oyendo hablar chino a un extranjero, se retiraron. En Nanjing fuimos a ver la única iglesia católica y hablamos con el párroco, también muy reservado y suspicaz. El obispo se hallaba aten– diendo a los cristianos de los pueblos vecinos. No hubo posibilidad de conversar de nada; porque en esta ocasión nos acompañó todo el grupo de españoles, que cambió su ruta por ver una iglesia católica. De este viaje sacamos tres conclusiones: 1) que China se estaba abriendo. 2) que la Iglesia seguía perseguida; pero vivía. 3) que en Kansu teníamos amigos. Recuerdos... desde la Amazonía Volvimos a la selva, y poco después, Alejandro fue nombrado Vicario Apostólico de Aguarico. Metido en sus trabajos en favor del pueblo Huaorani, nunca olvidó a China. La recordaba siempre. Incluso, cuando aceptó ser obispo, rogó al Papa que le concediera, si un día se abría China al extranjero, dejar Ecuador para regresar como simple sacerdote a su vieja Misión de Pingliang. Alejandro murió alanceado por aquellos que trataba de rescatar, el día 21 de julio de 1987. Su deseo de volver a China quedó truncado gloriosamente. Para mí, la muerte de Alejandro no fue ninguna razón en mi posterior decisión de trabajar en China. Yo había estado allá con él por circunstan– cias de la vida, pero nunca había pensado en tomar su testigo. Lo que sí tenía decidido con anterioridad al infausto suceso, era dar por terminados mis años de selva que ya iban por los veintidós. Me tomé los últimos meses para pensar, y entonces decidí que China podía ser el nuevo reto de los tiempos para un veterano como yo. Resolví, pues, volver a España y hablar con mis Superiores. 14
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