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Despierta la ciudad trabajadora, se llena de motores y de prisas; aquí nos llega el ruido acelerado que quiere ser liturgia matutina. Mirad cuál surge Cristo transparente: en medio de los hombres se perfila su cuerpo humano, cuerpo del amigo deseado, serena compañía. El que quiera palparlo aquí se acerque, entre con fe en el Hombre que humaniza, derrame su dolor y su quebranto, dé riendas al amor, su gozo diga. A ti, Jesús ungido, te ensalzamos, a ti, nuestro Señor, que depositas tu santo y bello cuerpo en este mundo, como en el campo se echa la semilla. Amén. 42. Un hombre verdadero 60 Un hombre verdadero, llegado hasta la cima de lo humano, ha muerto en el madero, al golpe de mi mano, no aceptado en su casa como hermano. No supo de venganza aquel que de perdón sólo sabía; herido por la lanza del pecho le nacía un río que la tierra bendecía.
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