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Abiertos se han quedado de aquel grito los labios de Jesús, ahora yertos; no dicen la Palabra, la prolongan, diciéndonos su amor con grande beso. ¡Oh grito de Jesús, oh voz divina, que sale de su pecho y nuestro aliento, oh canto solidario de victoria, con ese grito entramos en el cielo! ¡Jesús Palabra, silbo del rebaño, que vas delante y abres el sendero, unidos a tu grito te alabamos, oh Cristo en quien florecen nuestros huesos Amén. 18. El fuego tú querías: ya lo tienes (Sobre Le 12,49) El fuego tú querías: ya lo tienes, ya es brasa incandescente el blanco cuerpo; la roca del Calvario es un volcán y el mundo de esa entraña nace nuevo. Muriendo en una Cruz, al fuego vivo, apagas, Cristo, el fuego del infierno; tu sangre es río, ciegas los abismos, que más puede tu amor, oh Nazareno. Derrama tu ternura abrasadora, enséñanos tu pecho, horno de fuego, y métenos ahí, en donde el Padre nos dio su corazón en ti deshecho. 31

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