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riegan el cuerpo sacramentado. La Magdalena, la de Santiago, el centurión y el siervo sano son los testigos del gran milagro: el universo santificado. Desde el madero con rostro blando como a Francisco sigues hablando: "Mira mi cuerpo vivo y llagado, mira mi Iglesia que está sangrando". Jesús viviente, Dios humanado, con mis estigmas muerto y alzado, tú de la Iglesia el deseado, seas por siempre glorificado. Amén. 25

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