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Arga: Déjalo de mi cuenta para cuando me entreviste con nuestra primera autoridad. Hortelano: Presumidillo que eres, hermano Arga. ¡Ah, si te hubiera cogido por su cuenta en el noviciado el padre Ezequiel de Legaria, cómo hubiera abajado tus humos! Claro que se asoma el sol, pero es con la clara intención de paladear las ciruelas claudias y los albarico– ques de la huerta, y no por tí, vanidosón... Arga: Anda, envidiosillo. Los irunshemes hacían palco de la Media Luna para contemplarme, casi torero vestido de luces en la revolera de Aranzadi. Estudiante 1: ¡Olé tu madre, maestro! Estudiante 2: Hablaste antes poéticamente de tus choperales, y -dijiste que parecían una larga almadía sesteando sobre tus aguas en las calimas de agosto. ¿Se transportaban de verdad troncos sobre tus aguas? Arga: Muy cierto. Mis lomos los cargaban. El Sr. Eugui los acarreaba sobre mi cauce para sus carboneras. Los frailicos, al pasar cabe el convento, saludaban los troncos con antífonas y salmos al filo de
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