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Archivero: Nuestra huerta fue en tiempos muy famosa por sus productos hortícolas, y afamados algunos de sus hortelanos. Arga: ¡ Yqué orondo cruzaba fray Isidro el portal de Zumalacárregui con sus cardos a la espalda, como agradecida señal navideña de parte de los frailicos a sus bienhechores! Archivero: Hiciste hace un instante rápida memoria de las Cuarenta Horas. ¿ Tienes idea de cuántos cirios se encendían en las diminutas ventanas de nuetro convento, envidia de la mismísima Media Luna? Arga: Muy oportuno tu recuerdo. Sí, a las noches, durante el tiempo de la adoración al Santísimo, las estrechas ventanas conventuales se iluminaban con cirios en el alféizar. Yo imaginaba que entonces se convertía el convento en un panal, y que un sol chiquitín se asomaba por cada una de sus ventanas, pujando, seguía imaginan– do, por zambullirse una pizquilla en mis aguas, intentando cosquillarme con su larga teoría de luciérnagas. Era un espectácu– lo bello. Archivero: Ahora que están remozándote las orillas por mor del senderismo, habría que insinuar a nuestra alcaldesa Y olanda Barcina, un espectáculo algo así de luz y sonido sobre el Arga.
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