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Arga: Y más allá, las Agustinas, la presa de santa Engracia, el Monas– terio de Clarisas, en pie hasta 1795. Los hombres se tocaban de txapela, y usaban bombacho, blusones negros de tratante y alpar– gatas. Amplias faldas las mujeres, el moño recogido, amplio el chal sobre los hombros, la cesta de la compra al brazo, y el cántaro de agua sobre la cabeza, o apoyado con gallardía en la cadera. Tú, hermano, historiador, buen buceador de archivos y pescador de legajos, asaz bien debe dársete la caña y el anzuelo. ¿Sabrías decirnos alguna curiosidad respecto a la pesca aquí, en mis aguas, de lado y lado del convento? Archivero: Pues sí. Sólo los capuchinos podían pescar en el tramo frente al convento, de la una y otra orilla. Arga: Exacto. Y buenos que eran los barbos que aquellos días se capturaban en mis aguas. Siempre me llevé bien con los pescado– res. Archivero: También hacías buenas migas con las gentes pudientes del contor– no. Arga: Sí. A mi vera levantaron sus viviendas los González Tablas, los lbarra, los Arraiza, y otros. También los humildes hortelanos encontraban en mis limos fértiles agradecidas humedades para sus hortalizas. [El
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