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porque al cielo se le obliga a bajar cuando el hombre se hinca en tierra, ¡hale!. Aplausos nutridos. ¡Agur! Me voy a repartir el pan de los pobres en la portería. Nadie pide por ellos, y son, así dicen, para mí sí, los más importantes. Alguien se arranca con aire de jota: "Si quieres tener las manos repletas de oro y diamantes, regálales, gota a gota, a los más pobres, tu sangre, que no hay moneda mejor que el oro que se da al darse. Si quieres tener las manos repletas de oro y diamantes". Predicador: Hermano, Arga, ¿y no habrá un recuerdo en tus palabras para los que misionamos todos los caminos de la patria'? Misionero: Y allende los mares, Guam, Chile y Argentina, China, Filipinas, Colombia, Ecuador, México, Texas... Arga: ¿ Cómo olvidarlos, si los pies de todos esos misioneros se hundie– ron tantísimas veces en mis aguas? Yo los veía partir cada fin de semana, o de víspera, en Cuaresma, San José, Inmaculada, Prime– ros Viernes, a las fraternidades seglares de Terciarios. [E]

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