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si ambos a dos, casa y río, somos como viejo y vieja, muy junticos uno y otro, con honduras de leyenda. Bajaba de los Alduides yo con agua limpia y fresca, y la casa estaba aquí, fiel a la cita, a la espera. Y yo pasaba y, al paso, yo me empinaba por verla; y le guiñaba unos quiebros de agua, sol y luna llena; y un parpadeo ponía en los alféizares ella... ¡como dos enamorados para una cita secreta! Todos aplauden. El Arga agradece con gestos escuetos. Se van acercandoal grupo otros religíosos poco a poco. Gracias. Pero permitidme que eche pie a tierra para seguir contándoos, más a la pata llana, las historias de esta casa; y es que seme está haciendo agua el cacumen con un tal ritmo romanzado. Limosnero: Mejor, que así también yo podré meter cuchara. Arga: Conforme, pero no olvidemos que siempre se dió culto en esta casa al buen decir, de modo académico unas veces, y con sabrosa ingenuidad de vates populares otras, en euskera y castellano. Hubo, por ejemplo, un tal fray Bernardico, alma ingenua
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