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jóvenes robles que un día en mis orillas se hicieran mástiles y arboladura de naves de mar y tierra. Los dos soñamos: en mí, los sueños se me hacen niebla; y en ti son espigas y oro y racimos en las cepas. Me voy, amigo, que habrá notado el cauce mi ausencia. Antonio: Te acompaño. El cocinero está esperando la acelga... Comíenzan a oírse voces juveniles fuera de escena. Arga: Vámonos, que ya se anuncia muy próxima la tormenta. Antonio: No es para tanto; son jóvenes, y es normal que se revuelvan tras de tascar tanto el freno; Arga: quiérase que no se quiera, ellos son como potrancos
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