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Antonio: ¡Ah, picarón, hermano Arga: eso lo sueña cualquiera, porque las nubes se abajan cuando llueven, y se abrevan en tu cauce cuando el sol las muerde y están sedientas. Arga: Cuéntame, Antonio, más sueños, que a mí el soñar me despierta. Antonio: Pues sueño que este convento siga dando a manos llenas racimos de capuchinos austeros, de buena cepa: muy al lado de los pobres, populares, siempre cerca de lo que otros van dejando porque no da gloria ni renta. ¡Si yo pudiera sembrar capuchinos a volea, me pasaría la vida sembrándolos. Arga: Yyo cerca, para desaguar mi vida junto a ellos, como si fueran

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