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Toma del río Arga a su paso frente al convento. Arga: Padre Francisco, yo, tan pequeñuelo, llevo ya cuatro siglos queriendo ser novicio, y bien que me pluguiera hacerme de los tuyos. ¿Es posible? San Francisco: Hermano río, estás tan en mí, que tus aguas se me hacen llanto a veces porque Amor no es amado. La Paz y el Bien me fluyen, por la gracia del Padre, del venero más hondo de mi sangre, ayer tan turbia y vana. Tú vienes repartiendo paz y bien a manos llenas, desde siempre, más que yo, de orilla a orilla, sin nunca haber manchado por ti mismo tus aguas bendecidas. Fecunda los cimientos de esta casa gota a gota, de paso, y que la paz y el bien se hagan chopera, y que los mirlos canten al Amado. Arga: Gracias, padre Francisco. Seguiré

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