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se vistieron de sayo, y una brisa blanquísima les ciñó la cintura; sus pies, como raíces, se afincaron aquí, y otros frailes franciscos, crecieron a tu vera, hermano Arga. Arga: En sus burdas cogullas anidaban los pájaros, y aprendieron muy pronto a cantar aleluyas al filo de la noche. Seas loado, oh Dios, Señor del alba nueva, los resoles ardidos y los pájaros locos. San Francisco: ¡Loados los cien años, uno a uno! Loado, mi Señor, por el mar y los montes que enmarcan esta tierra, y por sus ríos chicos! Loado por el fabla de Castilla, y aquel decir arcano de las gentes sencillas, que decían Jaungoikoa y miraban al cielo, y ¡gora! repetían a mi paso.
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