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eclesiología fue su centro temático. También iluminó con sendas Cons– tituciones la realidad de la reveleción y de la liturgia. Propiamente lo que hizo el concilio fue recoger los frutos de tres grandes movimientos anteriores que le habían precedido: el movimiento de la eclesiología iniciada por la escuela de Tubinga, el movimiento bíblico suscitado por el padre Lagrange, ciertamente en pos de los protestantes y el movimien– to litúrgico nacido entre los benedictinos de Solesmes, María Laach y otras comunidades no monásticas como las de Guardini, Pius Parsch, los dominicos franceses, etc. Hoy creo que tenemos dos cuestiones muy centrales de las que el Concilio no pudo ocuparse directamente pero que en los años postconciliares han planteado problemas nuevos, han recibido enfoques nuevos y que se hallan como pendientes de un mayor consenso ante los creyentes respec– to del modo de presentarlos en la predicación, la catequesis, la docen– cia... Me refiero nada más y nada menos que al tema de Dios y al tema de Cristo. Junto con el de la iglesia, que también está pendiente de una ulterior profundización, constituyen la gran traída de tareas en el estudio, la discusión o debate y el magisterio a lo largo de los próximos años. Creo que Torres Queiruga ha planteado correctamente la cuestión en su reciente publicación Un Dios para hoy (Santander 1997), pág.8. "El Vaticano II ha supuesto una ruptura pero más que nada en el sentido de abrir una puerta y señalar una meta lejana. El camino está en gran parte muy por hacer y los últimos tiempos no se han distinguido precisamente por el avance ... Resulta indispensable señalar un punto decisivo... el cambio radical que el paradigma moderno impone en la manera de comprender la relación de Dios con el mundo". Torres Queiruga se está refiriendo sobre todo al hecho de la autonomía de las realidades creadas. Recordemos el tan conocido "etsiDeus non daretur" de Grotius, Bonhoffer. Desde esta actitud o a partir de esta actitud surge como un eclipse de Dios. Si a esto añadimos los "maestros de la sospecha" más la crítica a la ontoteología, crítica que nos deja sin los esquemas fáciles del Ente supremo para pensar a Dios y, sobre todo, si incorporamos todo el 92
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