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presenta hoy a la Iglesia la vieja Europa, que, como aquí se ha dicho por activa y por pasiva, está cambiando. Es un reto que nos compromete a todos los capuchinos. No podemos renunciar a él sin traicionarnos al mismo tiempo. Lo hemos de transmitir, solucionado en lo posible, a los capuchinos del próximo milenio, quienes lo deberán recoger con entu– siasmo para bien de la Iglesia y de la Orden. Con estas autorizadas y enfervorizadas palabras se levantó la sesión. Después de la fotografía de rigor, se celebró la última de las Eucaristías, en lengua italiana, que presidió el Ministro general, quien en su homilía, en el comentario de la Palabra de Dios, repitió en los mismos conceptos apuntados anteriormente en la clausura. Y como final y colofón de estos días de convivencia fraterna, cabe relatar que la provincia capuchina de Castilla, anfitriona del Encuentro por encontrarse dentro de su jurisdicción el lugar de la celebración, invitó a la comida de despedida. Tuvo lugar en un céntrico restaurante de la ciudad y típico, además, para nosotros, por encontrarse instalado en el antiguo convento capuchino de Santa María Egipciaca, de la provincia de Castilla, del que fue injustamente desposeída cuando la desamortiza– ción de Mendizábal en el pasado siglo XIX. En la antigua iglesia, que todavía conserva los mismos muros y estructuras, que vieron tantos antiguos hermanos nuestros de los pasados siglos, que en ella oraron, recordamos a nuestro beato fray Diego José de Cádiz, que aquí predicó a su titular. Hoy está convertida conservando su primitiva sencillez, con gusto decorada, en un lujoso comedor, donde nos fueron servidos espléndidamente variados platos característicos y propios de la región. Fue un detalle exquisito y de agradecer a la provincia hermana capuchina de Castilla. Alcalá de Henares (Madrid) abril de 1998 FR. MARIANO IBÁÑEZ VELÁZQUEZ Secretario de la C/C 23

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