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pasado, ante la avalancha de razas, civilizaciones, culturas e ideologías, no puede permanecer impasible y moviliza todo cuanto puede para animar a todas las instituciones, religiosas y laicas, a fin de que se muestren solícitas en salir al encuentro del forastero y darle feliz acogida. En el campo del cristianismo esta acogida florece espontánea a partir del pensamiento de que "para la iglesia católica nadie es extraño, nadie es excluido, nadie es lejano". La tercera parte de esta ponencia la aplicó precisamente a nosotros "frailes itinerantes por vocación". Recordó que fue Francisco el primer fundador de órdenes religiosas en enviar evangelizadores itinerantes a los países en donde todavía no había sido anunciado el Evangelio. Somos "peregrinos y forasteros" en este mundo, por eso en el encuentro de san Francisco con dama Pobreza se alaba la renuncia de los hermanos a habitar en conventos, para poder así conquistar el mundo como espacio abierto a la libertad de los hijos de Dios. La itinerancia es una movilidad y una "utilización" de los frailes al servicio del anuncio evangélico. La itinerancia para el franciscano significa implicación personal en los problemas con la posibilidad de escoger los destinatarios del anuncio evangélico, que debe ser dirigido con preferencia a los pobres, a los que sufren, a los marginados, entre los que se encuentran los emigrantes. El servicio que los franciscanos deben prestar a la Iglesia en el umbral del tercer milenio, es una recuperación de la itinerancia, que constituye parte esencial de la novedad de su carisma. Como muy buena e interesante fue valorada la comunicación que bien y mereció el aplauso con que se cerró. Y, como se hizo anteriormente, se invitó a todos asimismo a preguntarle al ilustre ponente las aclaraciones que deseasen. El denso día transcurrido se clausuró con el rezo de Vísperas y la concelebración eucarística, que se tiene en lengua española. Fue presi– dida por el Definidor general, hermano Aurelio Laita. 18