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De hecho cada vez vemos a mayor número de casados o casadas que conviven con religiosos-religiosas, colaboran con ellos o ellas. Otras veces quienes no son religiosos ni religiosas realizan tareas semejantes, incluso o más arriesgadas con mayor entrega y desasimiento. ¿Queda entonces cuestionada la misma noción de lo que hoy llama– mos vida religiosa? ¿Viene de aquí la crisis fuerte que las órdenes religiosas están sufriendo? ¿Qué sentido tienen a la luz de estos hechos los llamados votos? La estructura y relación de los tres votos pienso que plantean proble– mas especiales. Por un lado vemos que muchas veces no llevan a vivir realmente la comunidad cristiana sino más bien a una coexistencia de individualidades. Muchas comunidades de no religiosos ni religiosas parecen tener un sentido de la "koinonía" evangélica más real. La pobreza la viven muchos seglares con mayor radicalidad o riesgo. La castidad plantea problemas especiales, a la luz de la nueva antropología teológica. Hoy no sólo la dimensión sexual de la persona sino también la actividad sexual aparecen como plenamente positivas y conjugables con la entrega radical al seguimiento y al servicio del Reino. Lo de ser eunuco por el Reino, el celibato de Jesús o el carisma individual por el celibato parece deben ser repensados a la luz de esta antropología teológica renovada o, si se prefiere, a la luz de la actual teología y exégesis bíblica. En todo caso sería conveniente buscar argumentos de mayor solidez que los tradicionales para justificar una opción u otra en este asunto. Hoy muchos-muchas no siguen la llamada vocación religiosa con sus votos no por falta de generosidad. No se trata de una cuestión de ascesis como se solía decir antes o de un cierto heroico espíritu de sacrificio ni mucho menos de un utilitarismo pragmático, funcional (el, la célibe está más libre). Se trata de un nuevo paradigma antropológico-teológico, de 98

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