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tipo de valoración, pero es necesario esforzarse en dejarse juzgar por el Evangelio. Se tratará de exponer sólo los hechos, declarando siempre: "según mi modo de ver" y sus repercusiones en mi persona. 8. Al finalizar la primera reunión, en la que cada uno ha hablado de sí mismo y de los otros hermanos en las relaciones recíprocas, se termina con una oración espontánea. Después, durante la semana siguiente, todo hermano, siempre en actitud contemplativa, es decir, de escucha a la Palabra del Padre, reflexionará sobre todo lo que la fraternidad ha dicho, intentando asumir el juicio evangélico. 9. En la semana siguiente, se tendrá una segunda sesión, en la que se intentará dar un verdadero juicio de valor a la luz del Evangelio. Entonces sí, todo hermano podrá dar explicación de sus actos, de manera que se conozcan las motivaciones por parte de sus hermanos; podrá admitir los motivos negativos expresados lo mismo que los aspectos positivos que él mismo no quería reconocer y que el Señor estaba clarificando por su medio. Se supone que se asume el Evangelio como nonna existencial de vida y una acepta– ción clara de San Francisco, para llegar, por un juicio de fe, a las actitudes que los hermanos y la fraternidad entienden que se deben tomar para el futuro. 10. La segunda reunión puede finalizar con una sesión de oración, en la que se dé gracias por todo el bien recibido en la reunión, la súplica para que el Señor ayude a realizar los compro– misos tomados y un buen acto penitencial en el que el sacramento sea el sello de la palabra contemplada. El método tendrá que tener sus variaciones y será enriquecido en cada fraternidad que lo usa. Pero deberá tener presentes los elementos fundamentales enunciados en las páginas precedentes. Los hermanos caerán en la cuenta de cómo la gracia de la fraterni– dad crece por medio de la comunicación de vida y de oración del hermano menor, de la que hemos intentado descubrir algunos elementos. 95

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