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otros hermanos, bloquea la propia maduración y el desarrollo e impide el necesario complemento y perfección de los otros; se daña a sí mismo y a la comunidad. Todo hombre, por su unicidad es un reto; pero puede también percibirse como un peso. Si nos abrimos los unos a los otros, si aceptamos y respetamos nuestra diversidad, podemos llegar a ser don el uno para el otro, ser una gracia (cf. Const. 23,1; 26,1). 4. El Capítulo local hace vivir el auténtico diálogo fraterno El el es una reunión de hombres, que, por motivo de la vocación recibida por Dios, han elegido en la vida el mismo camino. El motivo profundo de la comunidad de vida no son ni las simpatías personales, ni las mismas ideas políticas o filosóficas. Esto se puede constatar también en el el. No se trata de una confrontación ideológica por el mismo programa político o filosófico, sino del común cumplimiento de la forma de vida evangélica, prometida según el espíritu de San Francisco. El centro de atención no lo ocupan las ideas políticas, sino el ideal que caracteriza toda la vida. En el el no se trata de hacer triunfar estructuras o normas de grupo, sino del bien y de la salvación de los diversos hermanos. Por eso es necesario el diálogo fraterno. 1) El diálogo fraterno requerido - No es ni una conversación informal ni un recíproco amaestramiento. - No es una discusión académica ni un debate político. La finalidad del diálogo es que los hermanos conozcan mejor los problemas, se comprendan mejor recíprocamente y encuentren un camino común para resolver las cuestiones y problemas abiertos. En el diálogo no se trata de cambiar al otro, de "convertirlo", de vencerlo; después de un el no debe haber ni "vencedores" ni "vencidos". 47
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