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2. Respeto y mutua aceptación como hermanos El el, como todo encuentro humano, supone el respeto al hermano y, al mismo tiempo, es una gran escuela de respeto a los otros hombres. En efecto, en el el se pueden manifestar la diversi– dad de los hermanos de modo muy fuerte; la diversa historia de la vida, ideas y opiniones completamente diferentes, diversidad de caracteres, diferencias de experiencias y de grado de cultura. 1) Todo participante en el el, aun el más joven y menos instruido, es una persona humana con dignidad única. Nadie debe ser despreciado por la edad, proveniencia o cultura. Ya Francisco sostenía que aun el hermano más joven fuese escuchado y respe– tado. 2) Todo hermano es un ser insondable, con infinita potenciali– dad y su secreto íntimo, al que yo no debo herir. No se me permite forzar a un hermano a manifestar este secreto. Sólo en un clima de confianza el otro se puede abrir y manifestar los aspectos más profundos de su personalidad. 3) Todo hombre es un ser único, irrepetible, con carácter propio y una especial riqueza en capacidades y peculiaridades, que luego se deben desarrolar a lo largo de la vida. Cuanto más respetemos e intentemos que fructifique en la fraternidad esta multiplicidad creativa, que todo hermano lleva en sí, tanto más crecerá la fraterniadd local en espíritu y vida. 3. Disponibilidad a un recíproco dar y recibir El hombre es un ser que, para su desarrollo y plenitud necesita de los otros e, incluso, que puede completar a los otros con su riqueza, su mismo ser y sus dotes. Esto vale, también, para los hermanos menores y para sus comunidades locales: nadie es todo, nadie sabe todo, nadie puede todo. Como toda comunidad humana, también la fraternidad es una comunidad donde se da y se recibe. Cada uno puede aprender de los demás. Esto tiene un significado, especialmente, en el el. El que en el el se aisla y se cierra ante los 46
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