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Tenemos que examinar, ante todo, más de cerca, la historia de nuestra vida tal como la hemos vivido hasta ahora. Debemos precisar las condiciones positivas y negativas de nuestra vida común como Capuchinos. Cada hermano es modelado por la vida que ha llevado, su vida en la propia familia, en la Iglesia local, en la Nación, en la Orden. Cada uno ha experimentado, en tales estructuras, diferentes modelos de vida común, modelos que lo determinan y a su vez determinan su comportamiento en la actual fraternidad. Sobre estos modelos de existencia se pueden lanzar las siguientes preguntas. ¿Cómo ha sido la-vida en la familia, en la Iglesia local, en la Orden, en la Nación? a. ¿Autoritaria? ¿Ha habido participación? ¿Se ha tenido corres– ponsabilidad? b. ¿Patriarcal? ¿Matriarcal? ¿Anárquica? c. ¿Ha habido diálogo? ¿Por qué problemas? ¿Ha sido decidido todo de antemano por la autoridad? d. ¿Ha habido oportuniadd de pensar y decidir juntos, cuando se trataba de cuestiones referentes a la propia vida y al propio camino personal? e. La educación y la formación, ¿se han tenido según un plan elaborado conjuntamente? f. ¿Cómo se han resuelto los conflictos?¿Cómo se ha reaccionado ante las carencias y debilidades? Es imposible mencionar aquí todas las experiencias hechas y todas las respuestas dadas por los hermanos a estas preguntas. Todavía existen claramente dos posiciones de fondo: A. El fenómeno de la transferencia~s decir, sobre la base de experiencias anteriores, muchos hermanos -consciente o incons– cientemente- ven en el superior local el "padre" o la "madre" o una de las personas represivas de la escuela, de la Iglesia o del Estado. Todos los sentimientos agresivos se dirigen contra el superior local o, al contrario, manifiestan una-total dependencia de él. 26

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