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"Por eso, cada uno esfuércese en entregarsea la oraciónmental o contemplación y en adorar al eterno Padre en espfritu y verdad, según la doctrina de Cristo, óptimo maestro" 34 • Este es el privilegio y el deber inherente a nuestra opción de vida, que parece todavía, especialmente hoy, tan difícil ponerlo en práctica, dado que se habla al compararlo, más de "recuperación" que de mantenimiento de un bien ya poseído por nosotros: "Según el ejemplo de San Francisco y la enseñanza de la Regla, es necesario, ante todo, comprender que toda actividad nuestra debe servir al espfritu de la santa oración y devoción, con el consiguien– te compromiso de recuperar la dimensión contemplativa, que ha caracterizado la reforma capuchina y hasido /afuente de su acción apostólica y social" 35 • También la expresión de las Constituciones: "... hagan plena– mente realidad la primada del espíritu y de la vida de oración, como lo exigen las palabras y el ejemplo de San Francisco y la sana tradición capuchina" 36 , parece decir que el proyecto existe y es irrenunciable, pero que su actuación no se hace realidad. Respecto a esto, resuena el llamamiento más vibrante todavía y explícito del padre General en el último Capítulo (1988): "He dicho en casi todas mis visitas y lo repito aquí ahora: sobre este punto, en la Orden, es necesaria una verdadera y propia conversión hacia una radical inversión de dirección" 37 • Nos podemos sentir privilegiados, todavía, por el hecho de que Francisco nos ha enseñado y nos enseña cómo la oración de escucha, practicada por él, es instrumento de fácil acceso a la auténtica contemplación. Referente a la contemplación podemos, efectivamente, distin– guir entre "contemplación monástica", que es el ejercicio ascético 34 Const 52,6. 35 IVCPO 36,A. 36 Const 53,1. 37 Relación 77 56

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