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ánimo perpetuamente suspendido entre la admiración y la acción de gracias. Tenemos presente que es del todo instintivo creerse protagonis– ta en esta gestión, como aquéllos que han tenido la iniciativa en el ingreso a la vida consagrada, sin embargo no ha sido así. Este, por otra parte, era también el modo de sentir de los Apóstoles cuando dicen: "¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si malogra su vida?" 6 , pero Jesús precisa "No me elegisteis vosotros a mf,fui yo quien os elegf a vosotros" 7 y esto encuentra su expresión completa en la "mirada de predilección" que Jesús dirige al joven rico invitándole a seguirlo. Sin embargo, quien se autoelige al seguimiento de Cristo, es acogido tibiamente por él y casi le hace desistir de seguirlo 8 • Lo que debemos hacer, y las Constituciones nos recuerdan que tengamos presente, es transformar, por convicción personal, nues– tra condición de llamados en perenne estado de ánimo que recono– ce que es un "don", privilegio insigne del que nosotros y, no todos, somos portadores. El modelo y la medida de este modo de sentir es dado por Francisco que ve en su llamada, desde el primer instante, su promoción de "siervo del hombre" a "siervo de Dios" 9 ; y no sueña de atribuirse el mérito del acto decisivo de su huida del mundo, sino que la refiere únicamente a Dios con estas palabras: "El Señor me dio de esta manera, a mf el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia; en efecto, como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos... y después de esto, permanecí un poco de tiempo y salf del siglo" 10 • 6 Mt 19,27. 7 Jn 15,16. 8 Le 9,57-62. 9 Cfr 2C 2,6; FF 587. 10 Test 1; FF 110. 36

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