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ofreció espontáneamente a los que lo crucificaron. Son, pues, amigos nuestros todos los que injustamente nos causan tribulacio– nes y angustias, sonrojos e injurias, dolores y tormentos, martirio y muerte; y los debemos amar mucho, ya que por lo que nos hacen obtenemos la vida eterna" 12 • b) No Evangelio-doctrina, sino Evangelio como campo abierto a continuas experiencias de vida. San Francisco apreciaba los comentarios y explicaciones de la Palabra hechos por los teólogos, pero prefería para sí y para los suyos hacer del Evangelio intuición y experiencia de vida, como enérgicamente sugirió en este texto: "La ciencia -observaba- hace indóciles a muchos, impidiendo que cierto engolamiento que se da en ellos se pliegue a enseñanzas humildes. Por eso -continuó– quisiera que el hombre de letras me hiciese esta demanda de admisión: Hermano, mira que he vivido por mucho tiempo en el siglo y no he conocido bien a mi Dios. Te pido que me señales un lugar separado del estrépito del mundo donde pueda pensar con dolor en mis años pasados y, recogiéndome de las disipaciones del corazón, enderece mi espíritu hacia cosas mejores. ¿ Adónde creéis -añadió- que llegaría el que comenzara de esta manera? Sin duda, se lanzaría, como león desatado de cadenas, confuerzapara todo, y el gusto feliz experimentado al principio se incrementaría en continuos progresos. En fin, éste sí que se entregaría seguro al ministerio de la palabra, porque esparciría lo que le bulle den– tro "13. Las Constituciones, con un estilo necesariamente más sobrio y propio de un código de reglas, hacen la misma afirmación: "La Regla de San Francisco, que brota del Evangelio, impulsa a la vida evangélica. Dediquémonos celosamente a su espiritual inteligencia..." 1 4. 12 lR 22; FF56. 13 2C 146,194; FF 780. 14 Const 5,1-2. 27

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