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cree haber descubierto en el Evangelio un espacio exclusivamente suyo; de modo que deben rechazarse constantemente para San Francisco y por los suyos las versiones de vida evangélica adopta– das hasta entonces por la Iglesia. Así sucede cuando un Cardenal amigo suyo afirma: "Le aconsejó que se orientara hacia la vida monástica o eremítica. Pero San Francisco rehusaba humildemen– te, como mejor podía, tal propuesta; no por desprecio de lo que le sugería, sino porque, guiado por aspiraciones más altas, buscaba piadosamente otro género de vida" 4 • Aquí está la esencia y la finalidad de este capítulo: querer sensibilizarnos hacia un modo "nuestro" de ver y de vivir el Evangelio como ley, diverso del modo ordinario y común de entenderlo y practicarlo que queda insinuado al decir estas pala– bras: "Procuremos, por consiguiente, ya que somos hijos suyos, progresar continuamente en el conocimiento del Evangelio. En todas las circunstancias de la vida sigamos el Evangelio como suprema ley, leamos con asiduidadsus palabras de salvación y, a ejemplo de la bienaventurada Virgen Marta, llevémoslo en el corazón, de modo que, teniendo nuestra vida cada vez más confor– mada al Evangelio, crezcamos en todo en Cristo" 5 • Por lo tanto, este es el punto clave en torno al cual se condensa y se explicita el sentido de nuestra vida. Y para eliminar toda duda, se dice que la tan decantada originalidad de un evangelismo franciscano-capuchino, no es simplemente un modo enfático de proclamarse religiosos sino que es un privilegio efectivo de una categoría de consagrados, la nuestra. Así pues, en este primer capítulo, se recurre a una serie de distinciones, de conrraposiciones y se propone una pedagogía de la vida consagrada diversa a otras formas de vida religiosa. 4 lC 13,33; FF 374. 5 Const 1,5-6. 24

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