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Esta voluntad divina se debe buscar, no solamente en momentos de particular importancia, sino en toda ocasión o evento de nuestra existencia, sea individual como comunitaria: "Dóciles al Esp(ritu Santo, en comunión fraterna de vida, indaguemos y cumplamos la voluntad de Dios en cualquier acontecimiento y acción" 16 • La insistencia de las Constituciones sobre este punto se explica porque, sin este noviciado de continuo entrenamiento en los designios de Dios, aun la obediencia en el sentido más obvio, como adhesión a lo que es mandado explícitamente, llega a ser difícil y tiende a humanizarse en el sentido ya explicado. En efecto, Cristo nos invita a leer todo acontecimiento, aun el más insignificante a la luz de lo que Dios dispone y espera de nosotros: "¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo caerá al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues de vosotros, hasta los pelos de la cabeza están contados. Con que no tengái~ miedo, que vosotros valéis más que todos los gorriones juntos" 17 • Y Francisco, con aquella sensibilidad evangélica que le es propia y de un nivel casi inalcanzable "desde el día de su conver– sión hasta el día de su muerte, el bienaventurado Francisco estuvo siempre -en salud o enfermedad- atento a conocer y a cumplir la voluntad del Señor" 18 • Basta, en efecto, que esta voluntad se manifieste -aun sin esperar que sea de modo oficial y explícito- y la abraza, la hace suya y así pide que los demás hermanos lo hagan: "El mismo bienaventurado Padre sol(a decirles que es tan verdadera obediencia la que ha sido proferida o expresada como la que no ha sido más que pensada; igual cuando es mandamiento como cuando es deseo; es decir: un hermano súbdito debe someterse inmediatamente todo él a la obediencia y hacer lo que por cualquier indicio ha comprendido 16 Const 155,3. 17 Mt 10,29-31. 18 LP 6; FF 1656. 117

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