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Así, ante los seres más molestos como las fieras: ''para que, en cuanto el Señor se lo permita desde lo alto, puedan hacer de él lo que quieran" 11 • No son sólo palabras, basta mirar cómo Francisco se comporta con el fuego que quema sus vestidos y que no quería que se corriera a apagarlo 12 • En esta actitud, que a nosotros nos puede parecer incomprensi– ble y extraña, como a cualquier otra persona, está el deseo ineludible de despojarse del propio querer para hacer en todo y siempre lo que Dios dispone. Este es el concepto que las Constituciones expresan así: "Si– guiendo/as huellas del SeñorJesús que durante toda su vida estuvo sometido a la voluntaddel Padre, alprofesar la obediencia ofrecen a Dios la propia voluntad como sacrificio de sf mismos, se conforman continuamente a la voluntad salv(fica de Dios, suma– mente amado" 1 3. Este es el concepto evangélico de obediencia. Por otra parte, siempre existe el peligro de entender la obediencia con la lógica humana, que no sabe convencerse de lo positivo de la renuncia de aquello que es más profundo e íntimo del hombre, el sentido de la propia autonomía y libertad. La obediencia, "sin distinción de cargos" lleva a superiores y súbditos a un punto de encuentro y de identificación en el común objetivo de buscar y cumplir la voluntad de Dios: "As( se consegui– rá que los ministros o superiores, entregados al servicio de los hermanos que les han sido confiados, y los demás hermanos, que se someten a ellos con/e, hagan siempre lo que es del agrado de Dios" 14 ; "busquen (los ministros),juntamente con ellos, la volun– tad de Dios con oración intensa y prudente discernimiento" 15 • 11 SalVir 9; FF 258. 12 LP 86; FF 1598. 13 Const 164,1. 14 Const 155,4. 15 Const 157,3. 116

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