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magnífica inocencialo de "díahistórico para nosotros secoyas-sionas". Él siempre cambia el orden de factores y además se apunta con entusiasmo a reclamar para sí los honores de estos logros como si fuera un político cualquiera. En fin, no puede evitarse en actos como el que nos ocupa su extraordinario parecido con la charca de la fábula donde "yo, yo, cantaba la rana..." Asistía asimismo Luis Montaluisa, siempre discreto y sin sacar cabeza, uno de los principales causantes de que esta mañana Inés Ochoa viniera alborozada. - ¡Por fin! Hemos conseguido cuatro nombramientos para profesores secoyas. Aprovecho los brindis después dela faena para acercarme dondeLuna. - Doctor, ¡le felicito por esta decisión! Quisiera también recordarle lo del territorio cofán y el problema del Tigüino que pese a las promesas sigue sin resolverse... - ¡No friegue ahora, padre!, ¿es que no puede alegrarse con lo que conseguimos hoy?, ¿no dice laBibliaque cada día tiene su preocupación? Aunque Vd. no me crea ya le dije que las cosas han cambiado, esta concesión es prueba de ello. No tenía importancia definir mi opinión sobre el tema (navega entre la confianza y el escepticismo), así que prefería poner,a prueba este cambio con una última pregunta: - Permítame una indiscreción, doctor, ¿por qué no está aquí presente CONFENIAE? Entre tanta gente más omenos ajena a la cuestión no veo ningún representante indio. - ¡Aquí no hace falta esa gente! Estas tierras las concedió el Gobierno porque le dio esa gana no por presiones de la organización india. Mire, padre, ¡acá los únicos que no dejan de joder son Vds.! El acto, las palabras, me parecieron significativos del cambio realiza– do en algunos organismo estatales, también de sus límites. La causa indígena amazónica gana algunos pasos en la sensibilidad social pero las 94
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