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Sigue salmodiando el guía sobre la variedad de aves y sus increíbles caracterizaciones. Entre ellas la coquetería parece no tener límites; las hay que exhiben sus patas azules mientras, dentro de la misma familia, otras las lucen grises, blancas, y, las más audaces, rojas. La lejarúa y el olvido volvieron encantadas estas islas; sólo aquí puede Vd. contemplar de un vistazo los diversos grados de evolución de una especie. El tiempo quedó varado corno una barca destrozada en las costas negras, erizadas de lava. Pasen Vds. y vean fragatas, pelícanos, albatros, pájaros brujos y un sinfín de avecillas; también lobos marinos, tiburones dóciles, iguanas, galápagos gigantes... El guía muestra las diversas especies con tal lujo de detalles y pasión que se diría que son hijas de sus entrañas o al menos de sus manos. Algo así como cuadros vivos de una mítica pinacoteca. En el trance en que se halla no pocas veces habla de 'paraíso ecológico'; se echa de ver que sus palabras al.referirse a este asunto están todas escritas con mayúsculas y con una sustancia llamada orgullo. ¿Se trata de un paraíso? Yo diría mejor: esto es un santuario. Los ritos de entrada o de visita parecen tan estrictos como si Vd. entrara en una mezquita, iglesia obanco estatal. Tan sagrados son acá los animales como puedan serlo el Interés, la Biblia o el Corán. E igualmente resultan no ya admirados sino reverenciados. ¿No esmagnífico ver amiles de homínidos, que destruyen en sus territorios de origen al más inofensivo animal - incluyendo a sus propios vástagos-, viajar ahora al confín del mundo para adorar a un pato de patas azules? Es el signo de la civilización. - ¡Ah! It's beautiful. - Es ist wunderchon. - ¡C'est merveilleuse! - Yes, yes. It's very nice. - Increíble, es asombroso! Tales muestras internacionales de arrobo no se deben a la aparición de algún arcángel sino al hecho, al parecer fabuloso, de que una iguana roja cave su madriguera sin inmutarse ante las miradas de los turistas. Para aliviar su trabajo suelta una meadita intermitente sobre la tierra endure– cida. 91