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Eso sucedió hace diez años. Recuerdo muy bien sus palabras y pienso en ellas en esta noche lluviosa, aquí, ante los mecheros de gas. Esos furiosos árboles de llamas golpean su resplandor en las nubes bajas de tormenta e iluminan cálidamente las miserables casas campesinas de los alrededores. Arden las entrañas de la tierra, el campamento de CEPE refulge como una joya, mientras las tinieblas se apoderan de una región olvidada. ¿QUIÉN TE DIJO QUE ESTABAS DESNUDO? He leído la biografía de Inés/Alejandro escrita porRufino, "Arriesgar la vida por el evangelio". Desde luego sólo Dios tiene manos y aliento para crear vida, a los hombres sólo nos ha sido dado fabricar imágenes. No debemos confundir una y otra cosa. Ahora bien, fiel a la mejor condición del capuchino, el autor se muestra aquí como un artesano lleno de ternura. Pero en sus casi 300 folios no encontró espacio para tallar un vívido rastro en el perfil definitivo del misionero caído. Para pasmo de muchos, escándalo de obispos y otras almas egregias, Alejandro, tal vez como Cristo y desde luego como Francisco de Asís, murió en cueros vivos. Y, lo que es mucho más decisivo, también lo hizo vestido de huao. En esa imagen final, perturbadora para algunos, veo yo realizado un estilo de amor, sus posibilidades y su aparente impotencia; sin duda ella pertenece a su postrer y novísimo testamento. ¿Cuántos hay a quienes calcen mejor las palabras del himno? Alejandro, siendo de otra cultura, no insistió en considerarse superior, sino que hizo a un lado lo que le era propio y, amando la naturaleza del indio, se hizo así hombre. Y al presentarse como indígena se engrandeció 85
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