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sus manzanas, la serpiente y, tal vez, Eva. Recorriera también su propio cuerpo que asimismo es memoria del tiempo transcurrido y leyera los tatuajes de amor y de despecho en su corteza. Yo evoco aquí, entre estos indígenas, nuestras raíces seculares pero sé que no volveremos a ellas. El hombre urbano no recuerda al campesino, ni el técnico seharáartesano. El científico que hay ennosotros injertó hace tiempo unamostruosa ambición en el tallo limpio de la especie; desafió y, más tarde, olvidó la naturaleza. Ahora los frutos son abundantes, hermo– sos a la vista pero sin nada que decir al paladar. Falta la dulce identidad de las raíces. LA ZARZA ARDIENDO En aquel tiempo, los gringos cuidaban los negocios de su socio Ecuador. Un día llegaron a través de la selva hasta las agrestes lomas del territorio auca. Perforaron la tierra y, enseguida surgieron los grandes chorros de llamas. Entonces pensaron: "Extraordinario. La fuerza del gas abaratará la extracción del petróleo; es además una buena reserva". Los huaorani habían huido, pero a los colonos que llegaban por las trochas petroleras les dijeron: - No se acerquen. Y recuerden que este lugar es sagrado. El subsuelo es morada permanente del Poder Estatal. Enseguida los gobernantes de turno volaron en helicópteros adorando esa zarza inextinguible. En sus peripdicos cantaron himnos y para la ocasión proclamaron hermosos discursos: - Claramente hemos visto cómo sufre nuestro pueblo en estas selvas. Hemos oído su clamor ycomprobamos sumiseria. Pero aquí estála fuente inagotable. Vamos a cambiar este país y Vds. tendrán una tierra grande y buena, donde la leche y la miel correrán como el agua. 84

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