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que los hábitos adquiridos sí hacen al monje. Apenas era ya posible quitarse ciertas convicciones tan supérfluas en la selva como pueda serlo un manípulo. Por eso solía decir entre el humor y el desaliento: - Los verdaderos misioneros entre los indígenas han de llegar en familia, por ellos mismos y por los nativos. Un hombre solo no es nadie en estas soledades y resulta una gran violencia. Si fuera más joven, puede que me pareciera más a los misioneros protestantes. Aquí, en Samona playa, comenzó aquella epifanía. La faz de Dios parecía más transparente en el rostro huao y el evangelio podía de nuevo ser noticia o novedad entre este radical pueblo amazónico. Nuestro compafiero soñó. Ahorita miro la playa y veo las innumerables mariposas de colores, con ellas revolotean los recuerdos. Incluso los ceibos se prestan a esta evocación abriendo sus frutos. ¡Flotan tal dulcemente los copos de algodón por el aire como la nieve de la niñez en Euskadi! Este instante es mágico porque tiene tu ilusión, tu inocencia, tu nombre, Alejandro. 81
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