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aspecto de tizón despellejado o imagínense en ayuno hasta que su hambre lo adorne con todas las gracias. Entonces paladearán estas vetas salobres como una vieja madera arrebatada a la vida del río. La HUMANAE VITAE ¿llegó a los secoyas? Les cuento a la oreja una sospecha un poco embarazosa: estos indígenas no estánpor el asunto oelcaldo salemuy aguado. Porque no hay niños en los poblados si no es con cuentagotas. Vean los nacimientos de 1987: Piañá o Campoeno: 2 (sionas) S. Pablo de Cantesiayá: 2 (Secoyas) Siecoya: 1 (Secoyas) Osea, el paraíso feminista frente al rechinar de dientes vaticanos. Y se lo puedo jurar con la mano en el fuego: acá, de píldoras o gomitas, nada de nada. ¿Entonces? Algunos varones cuelgan el muerto a la mano negra del hechicero a quien acuden, sin previa consulta matrimonial, ciertas indias para solici– tar el "detente bala". Si la hembra se viste la ropa empapada de ensalmos queda, según ellos, fuera de producción. Otro tanto, o aún peor, ocurre si la hembrita siendo muy tierna -es decir, sin probar la gracia de Dios- se tiende en tierra y el hechicero hace pasar su sombra sobre ella. Ahí sí se acabo el filón de una por todas. ¿Qué dicen a esto las susodichas? Son más bien parcas en sus declaraciones: "tener hijos mucho cuesta", "pocos, se crecen mejor". Eso no más. Pero ya con ello se pueden hacer una idea que aquí Mendel nació hace mucho y las gentes supieron enseguida que un mono salemejor para tres que para siete. Para los incrédulos puedo contarles que en las cercanías de muchas casas secoyas las mujeres cultivan una hierbita como juncos de río. Después del parto les encanta esa infusión durante días. A los meses les vuelve el antojo de las agüitas. Y mantienen el vientre liso. Bien, quédense con la hipótesis más agraciada (poco meneo, mucho 72

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