BCCCAP00000000000000000001195

-11- Por supuesto, la selvano es elJardín; haymuchas espinas paraunfruto y los indios conocen el sabor salado del esfuerzo. Pero respetan el árbol de la sabiduría que crece en medio de la espesura con frutos como tabúes indicando el bien o el mal. No han llegado a ser tan inteligentes para creerse la medida de todos los seres. En el supermercado de la selva el precio del trueque no es la plata, sino las virtudes bien humanas: coraje, astucia, paciencia. Después, la acumu– lación es imposible y estúpido el derroche. Si Dios puso las huanganas en la mira de mi escopeta, es para que el poblado celebre el sacramento del reparto. Pues este Adán, aunque puso nombre a todos los animales y cosas, sabe que no hay ninguna alegría en la posesión, mejor llamada, soledad. -m- Dios tiene acá muchos nombres con los que puede ser invocado; los hombres no están solos cuando cazan o pasean por la selva. Más aún, escuchan a cada paso la voz de los espíritus protectores o de los sagaces diablos que acechan la vida. Además están las fiestas. Estos días celebrando el sagrado rito de la chonta como el quicio de la vida indígena. Una Navidad-Afio Nuevo con sus mitos antiguos de la renovación o recreación del mundo o, tal vez, la Pascua, centelleante en esos frutos rojos, aceitosos, de la palmera pen– diendo sobre la tierra. Palabras indias a los predicadores 70 Contad a los que os han enviado cuanto estáis viendo y oyendo: Los nifios son felices, los ancianos respetados; todas las casas tienen los mismos tesoros, no hay esclavitud entre nosotros; cada mafl.ana nos visita la luz y somos dichosos compartiendo un pilche de chucula. Así dicen, y el viajero se pregunta: ¿tendrán que esperar a Otro?

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz