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a sus casas la más entrañable apariencia de cubil. Sin duda la carencia y el ahogo tienen que ver con esto. Pero no deja de sorprender el inimagina– ble amontonamiento de objetos tan dispares que puede haber sobre una banca. En lo alto del montón posiblemente encontrarán una clueca empollando cachazudamente sus huevitos. Cerrando el interior y conmocionándolo todo, encontramos como una marea, por oscura que sea, de vida. Asombrosa, insólita, primaria. Las especies vegetales, animales, humanas, que rodean el habitáculo se entrelazan y multiplican dando un aire inédito de energía. De fiesta; la brava fiesta del vivir y del morir. 6 11 • Eremita con guitarra El papá de Nélido está doblado sin remedio. - Son los años. Así me dice el abuelo que ya debe andar por los 70; según opinión común 'es demasiado anciano'. Vive solo y alejado de sus hijos en su cabañita de pambil. El y las arenillas. Cuenta que en la casa de Nélido se siente extaño y como atado. Desde que murió su mujer, esa sensación le dominó arrebatándole la paz. Además una sordera progresiva ha termina- do aislándolcftotalmente. · · Cuando toma la guitarra tiene algo del mendigo azul de Picaso. La figura desastrada, con las ropas groseramente remendadas, con los durísimos pies descalzos, transmite una derrotada ternuraenlos dedos que puntean, en los velados ojos abiertos.... - No me siguen los deditos -se queja, sonriendo-, se pusieron ya fríos. El abuelo Baloit y su guitarra sentados en un palo a la puerta de la choza se hablan, pese a todo, largamente. Ambos saben -también la guitarra está vieja y dafíada- que tienen el porvenir recortado, pero no piensan en ello. Es un abuelo cimarrón, con el salvaje instinto de libertad de los seres silvestres. Tal vez por eso acogió a Bolívar, muchachito montaraz y de procedencia desconocida que a sus 15 años tiene bien adelantada la cartilla de la vida. Avecilla que va y viene, ya definitivamen- 59

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