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mala política estatal sobre la tierra: los indígenas retroceden cada día un pasomás arrancados de sus raíces; los colonos no consiguen la propiedad de sus fincas. Confiamos en que los seis obispos misioneros de la Amazoniaecuatorianahagan suyasestas palabras yasí no seauna voz que se la lleve el viento 1• DE VITA BEATA Alto está el Eno, culebreando silencioso entre el asedio compacto de la selva. Los misioneros surcan como los primeros exploradores de una maravilla intacta. A ratos, las bajas nubes se deslfen sobre el río borrando los colores y contornos, entonces los dos sacerdotes, la religiosa y el motorista se arrebujan en sus ponchos de agua acribillados porlas afiladas gotas. Ahora todas las formas se embrujan, suena apenas el ronco esfuerzo del motor. Sobra el tiempo. Campoeno (Biañá, "pájaros" dicen en su lengua) es un poblado siona en la orilla levantada del Aguarico; es el primer contacto de los novatos misioneros con estos indígenas. ¡Qué encontronazo con la quietud y la calma! Los indios usan el cushma, un vestido de tela roja, amarilla; verde o azul, sinmangas, que les alcanza hasta las rodillas. Nadamás. Se abren anchas sonrisas en sus rostros de bronce profundo; caminan descalzos, casi con solemnidad. El silencio es oro, como la suavidad y tibieza del aire detenido en la última claridad de la tarde. Saben los misioneros que no están en el paraíso. Visitan las casas de palma y chonta, oliendo a huno, rumorosas de pisadas blandas, acogedo– ras y desnudas; de las vigas cuelgan las hamacas de chambira. Ellos 1 El "Documento" se redactó y pulió a lo largo de todo un año con la meticulosidad que Dios concedió a manos llenas a nuestros pastores orientales. Más tarde la "Permanente" de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana tuvo a bien desecharlo por demasiado crítico con lo cual la versión final resultó tan acicalada y a lo divino que, en efecto, consiguió pasar por completo desapercibida. 48

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