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su parte Jesús, pensando en el café de los vecinos y en su nueva plantación de cocos, ideó un curso urgente de rogativas de efecto tan inmediato que todos hemos de reconocerla impotenciade nuestra poca fe. JoséMari, que tiene sacadamatrículade jinete, vuelve de los respaldos rebozado de barro y perdida la cuenta de las veces que la bestia se le quedó varada en alguna ciénaga. Recordar aquí las cabalgadas en las películas del Oeste no es de buen gusto. Con las aguas la tierra se despereza y todas las plantas se estiran como vueltas a la adolescencia. Despliegan los niños criollos paraguas de las hojas de banano, caminando descalzos por el ávido limo de las sendas haciala escuela. Los shuaras todavía consultan al brujo: ¿por qué se puso loco el tiempo?, ¿a dónde se fueron entretanto las nubes? LA VIDA NO VALE NADA Si dijéramos que en el área de Shushufindi se han dado en los dos últimos meses al menos dos asesinatos a tiros, dos niños muertos por atropello y otros dos quedaron gravísimos, si además señalamos que no son infrecuentes las peleas donde salen a conversar los machetes o se saldan de la manera más brutal con feroces mordiscos, sólo estaríamos tocando la piel candente de una sociedad violenta. Con muchas caracte– rísticas de los grupos pioneros de frontera; ciudades sin ley o con unas autoridades tan venales y arbitrarias que resulta peor el remedio que la enfennedad. Le damos vueltas a los motivos que hacen de estas poblaciones una colectividad desalmada, desmoralizada. ¡Qué cinismo ése de que "la violencia es ciega"! Ni menos. Acá no mueren los gringos, ni los ricos, ni los fuertes. La muerte siempre tiene en su punto de mira a los mismos. Incluso podría decirse que ya los tiene bien apuntados desde el momento de nacer; la violencia los perseguirá siempre y será la salsa de sus vidas. Es grande la injuria de los pobres. 46

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