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en el sindicato. En este momento llega la camioneta con el cebú negro. Entre el Temerario y el Gitano intentan bajar a la bestia que cabecea furiosamente hasta que resbala y cae del camión con una terrible costalada. Se para mujiendo y embiste contra el cajón de embarque poniendo a la placita en zozobra. Resulta un desencajonamiento emocionante. Resuella por los esfuerzos el Temerario y dice al "fino novillero": - Traigan algún otro novillo como puedan, al colorado ya no le agarramos. - ¿Qué fue, no habrá corrida? - Sí, pero el ganado es muy peligroso y con sólo dos no pudimos reducirlo. Ahorita no más comenzamos o nos cogerán las aguas. Con el señuelo de los cómicos y la espectacular entrada en escena del cebú, que promete emociones fuertes, el personal se animó, y la plaza presenta media entrada. Tortuguita antes de acudir a la faena, posa ante la cámara con duende y sefíoría y dice: - Véngase conmigo que le haré pasar al burladero. Allí tendrá fotos preciosas. La gran corrida Con una demora de apenas dos horas y media, comienza el festejo a las 4,30 en punto. Tortuguita y Lechuguín hacen pimpantes el paseffio; algo desgarbado, como es su ser, el segundo, y enhiesto comoun pindo, el gordo y zambo Tortuguita. Ambos diestros van más o menos canónicamente armados: Lechuguín de capa y Tortuguita blande una escasa muleta y, para los lances ayudados, espada, esto es, un trozo de guadúa. Acompa– ñados de la unánime befa del respetable, se hacen fuertes plantándose ante chiqueros... El Temerario, que se mantiene como puede sobre el corral del desesperado cebú, les hace enérgicos gestos para que se retiren pues el buey hará con toda seguridad una fea arrancada. Pero los espadas están ensimismados en su arte. Ambos a dos se menean con duende, dibujando pases de ensueño a invisibles toros... 40

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