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y las palmas se entrechocan en el aire azul como manos amistosas... Y aunque el padrecito riegue, generoso, el agua bendita y haga volar sus bendiciones sin cuento sobre todos, de poco le ha de valer. Pues al terminar la misa, quedará inmediatamente cercado por las súplicas devotas: - Ándeme bendiciendo este relojito; esta leñita; este animalito... - No sea malito, vaya tocando mi cuadrito santo. - Bóteme no más las agüitas al ramo. ...Buena ocasión para los amantes de esta teología. De las populares manos prestidigitadoras, aparecerán los objetos y animales más inusita– dos. Con la bendición llega el milagro: el agua, dudosamente aséptica del cubo, tomada en ayunas sanará cualquier dolencia: regada en la puerta de la choza, pondrá en estampida a los malos espíritus que abundan mucho por estos pagos; mojando la camisa del hombre, le hará perder afición por otras hembritas... Cualquier objeto puede ser beneficiario de tan agobiosa piedad; las propiedades con las que quedan ungidos son impredecibles. VI. La cruz: al fin y al cabo, está tan sólo el corazón... En algunos lugares, los varones se disputan el privilegio de cargar la enorme cruz por las callejuelas enlodadas del poblado; en otros, pueden plantar el crucifijo en lo alto de una ranchera, orlado de palmas, exaltado por violentos reflectores. Todo cristiano acude al Vía Crucis que recorrerá el lugar. Ellos y sus circunstancias. Pues acá las ceremonias son imprescindiblemente franciscanas y bulliciosas. Perros, por de pronto, no han de faltar. Ya dijimos que tampoco. mamoncitos lloradores. Desfilarán también, jinetes y cortejo de carros y buses. Ciertos vecinos habrán volcado su piedad en el ornato de las estacio– nes. Puede haber guirnaldas navideñas de luces coloreadas e intermiten– tes; siempre santos y vírgenes de variadas advocaciones; a veces, fotos familiares; dramáticas o edulcoradas imágenes religiosas. En la tercera caída, puede encontrar usted un sonrosado niñito en su cuna... Pero, 28

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