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DE UNA SEMANA SANTA l. Ya sé lo que es el porvenir: la espera Eso decía Unamuno y tal vez fuera bueno creerlo acá. Donde todavía esta creación podría tener la limitada y entrañable estatura humana. Pues se nota al mundo infante, como naciendo de las manos de Dios en un duro parto, sucio de violencias y alentando de esperanza. Tenemos la sensación -acaso ilusoria- de estar peleando en uno de los reductos que aún le restan al hombre para ser dueño pacífico de su destino. Sabemos que lo humano llega hasta donde llega el amor; no tiene otros límites que los que nosotros le imponemos. Y en fiestas como ésta de la Pascua nos atropellan los equívocos signos (pecado y gracia) del humano paso en nuestro Oriente. Aunque apenas entendemos de las cosas de este mundo, tal vez pueda gustaros saber cómo es el tiempo visto con otros ojos. D. ¿En el túnel del tiempo? Esta es una imagen demasiado simplona para tratar de comprender el clima, los sucedidos, de la Semana ·Santa en nuestra zona. Aunque, ciertamente, presente trazos antiguos que nos la sugieren, como absorvidos a la pasada cristiandad de nuestros txokos. Así el unánime clima religioso que alcanza a todos. Era de ver cómo los campesinos se llegan a las ceremonias o la confesión desde perdidas lejanías de la selva; caminando por horas, cabalgando asnos, mulos, caballos. Ni el agua o el fango, la oscuridad y el hambre, serán obstáculos suficientes para su empecinada piedad. Sobre el poder de este clima ambiental, tal vez sea un dato definitivo el proceder de las chongueras, verdadera institución oriental y -para ser justos y ponerlas cosas en su sitio- siempre ala cabeza de las nuevas rutas de colonización. Pues bien, estas señoritas de moral distraída, rehúsan devotamente su colaboración desde el martes santo, confiesan no pocas, 26

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