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que fueron los mismos militares o sus allegados quienes esa noche camellaron con las pertenencias aún no recuperadas de sus casas. Al parecer también hubo abusivos o tal vez gentes muy necesitadas que cargaron tazas de baffo, lavabos, hasta puertas y ventanas. Se trataba seguramente de algunos traperos de Emaús de tapadillo. Entretanto un enjambre de helicópteros surcabael cielo y entregallos y madrugadaCoca apareció tomada por una fiera compafifa de soldados. Diz que traídos de Latacunga o algún otro remoto lugar; es el caso que lucían aparatosos annamentos, curiosas pintadas en el rostro y un vigilar en extremo marcial."¡ Lárguese a combatir a los peruanos!, ¡vagos, cobardes!", les jaleabael personal ocultándose al mismo tiempo yquizá algo alicaído por la contumacia de un paro que ¡todavía! no publicaba su "plataforma de lucha". No será necesario encarecerlo que para esemomento sacaba la prensa nacional, ni porunmomentoperdamos de vistael objetodelainformación: se trata del exótico Oriente,maldito fmisterre selvático, lugardeDorados, país de muy especiales canelas. Para ponderar cómo lo imposible es tan común en estas tierras y por tanto no es fácil dar información cabal, el jesuita Gaspar Tovía afirmaba hace exactamente un siglo desde esta mismazona, "nodebe perderde vistaque se tratade lahistoria del Oriente, y en el Oriente son más los existentes que los posibles". Desde entonces en eso no hemos hecho sino mejorar, no hay producción oriental superior ala demitos e inexactitudes. Sirva esta aclaración como disculpa para los periodistas capitalinos, al fin y al cabo sulema parece ser "sólo el rumor hace noticia". El funeral fue el domingo, poco después de mediodía. Dentro de la iglesianosmatabael ahogo, lamayoría de gente quedó fuera cocinándose al fuego rápido del sol. A pesar de la.crispación del momento la familia puso una serenidad asombrosa. Eso bastó paramantener la calma durante el traslado delcadáverporlas callesdel pueblo. Desfilamos entre soldados de película, pintados, rígidos, absolutamente irreales. Pero, eso sí, con el dedo en el gatillo. Después la multitud se desvaneció hacia sus casas, silenciosa, acaso resignada. Cinco días de huelga ya. El general informó cómo había recibido del Gobierno central la orden 136

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