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después del baile nocturno y redactar el famoso Pliego de pedidos, uno de los secretos mejor guardados de la semana. En la Misión se decidió intentar ayudar a los bandos en cuestión convertidos de momento en sordomudos. Primero se le ofrecería a cada uno clases de foniatría, hablando se entiende la gente; después para atajar la dureza de oído quizá fuera necesario regalar trompetillas. Se invocaban los milagros evangélicos: oigan los sordos, hablen los mudos, los ciegos vean cómo lo pasa el pueblo. Ahora bien unos sordos lo sonmás que otros, hay ciegos que no quieren ver. Íbamos a ser mediadores aunque parciali– zados sin remedio. Todo es violencia, mas todavía se distingue entre una pedorreta y el balazo que destrozó el corazón de Julio Llori. Los misioneros enviados atravesaron el puente sobre el río entre la ciudad maltrecha y la gloriosa Brigada asediada. Se abrieron las trinche– ras, no hubo más balas o insultos. Pero hay un demonio (llamado falta de ideas) que sólo una ascesis muy larga y estricta podrá desarraigar; se puede pasar de un diálogo de sordos a otro donde no se sabe qué decir. Llegaron generales de Quito, en cambio no acudían mayores ideas a las fuerzas vivas. Éstas leyeron al fin su pliego de peticiones pero no pudieron siquiera entregarlo, lamentablemente se les había olvidado hacer copia; la hacían ya mismo. En todo caso sus peticiones eran modestas, hasta el punto de ser admitidas por el general sin un parpadeo. En cambio cuando el obispo le pidió esclarecimiento de los hechos de sangre, parpadeó el oficial con sorpresa; "¡por supuesto, excelencia, se hará una investigación hasta las últimas consecuencias!". "Me suena", musitaron todos porlo bajini, pero no quisieron interrumpir a mi general. El cual aseguró que enviaría sus disculpas oficiales al Municipio por la muerte de Llori. Todo esto prometió cuando todavía el gallo no había cantado tres veces. Coca, ciudad abierta (Domingo 7) El que avisa no es traidor. Ya advirtió mi general sobre la urgencia de meter a los revoltosos en cintura, "si hay desmanes en las villas militares ocuparemos la ciudad". Dicho y hecho. Cuentan las crónicas populares 135

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