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llega hasta el seminario donde estamos unolor a gas que no puede ser cosa de este peliculero baile de lobos, se trata de otro baile. Los misioneros salen de inmediato de la pantalla a la calle y encuentran a los militares disparando como si fuera una película de guerra. Pero no es ficción. Enseguida sabemos el parte de la batalla, un muerto de bala y varios heridos. El puente sobre el río (Kwai) Napo (Sábado 6) Nos reunimos en la misión el sábado de mañana para discutir qué hacer. ¿Era tarde ya?, ¿nos pilló el toro de la imprevisión? Quizá, pero en todo caso no era cuestión de seguir haciendo el Tancredo. Por tanto iniciamos una urgente meditación ignaciana, lo más apropiado en situa– ciones semejantes; primer punto, composición del lugar... Sin querer hacer un chiste tonto, el lugar estaba para esas horas más que descompuesto. Los ciudadanos de Coca habían atacado (sobre todo con insultos de variable penetración) a las aguerridas huestes de la Brigada militar y éstas ejecutaron al momento un audaz contraataque hacia atrás (sólo los no versados le llaman retirada) parapetándose en el puente sobre el río Napo. Aprovecharon el hecho los huelguistas para cavar una zanja en la boca del puente y por el momento quedaron las trincheras inmovilizadas, aunque intennitentemente activas. De un lado denuestos, del otro bala. Aun siendo proyectiles de tan distinto calibre chocaban en el aire y se veían chispas. Era un ambiente incendiado. Además los del pueblo conminaron a todos los milicos residentes en el "casco urbano" a retirarse, a ser posible con sus pertenencias a cuestas. Como no podía ser menos aparecieron las cuadrillas de reventadores, abestiados y pescadores de aguas turbias para dar fuego a la sede de Fuerzas eléctricas, trizar los vidrios de las villas militares y ejercitar su violencia con otras habilidades. Los dos policías del pueblo se disfrazaban a tiempo de no violentos y se retiraron a suoratorio particularparameditar sobre el caso y ver claro por dónde escapar; la junta del paro (paro cerebral, diagnosticaba Alberto) designó como servicio del orden a santa Providencia escondiendo entretanto la cabeza bajo el ala. Bastante tenían con ponerse de acuerdo entre ellos, limpiarse al disimulo los pantalones 134

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