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canoas en ese río y se desconoce su situación en este momento. La noticia hace saltar a José Miguel en Coca: - ¡Vamos donde los militares!, son capaces de enviar un pelotón de castigo como hace seis años cuando los aucas lancearon a tres trabajado– res de la misma compañía. Fueron una docena de soldados y entraron en la selva apura bala; cuando terminaronlas municiones regresaron al trote. Si encuentran a los huaorani los exterminan. Poco después Jesús nos lleva en su destartalada camioneta hasta el punto de riguroso control que los milicos colocaron en la vía Aucas. La parafernalia militar parece no conocer fronteras, no sólo el paso sino el juego de la oca parecen consustanciales a estas verdes gentes. Por lo tanto aguantamos el interrogatorio de un joven teniente mientras el guerrero comprueba en el retrovisor del carro la gloriosa colocación de su gorra y demás arreos. Después nos prenden del pecho letreros "Visita permitida" para atravesar campos abiertos donde no encontramos centinela alguno que pueda comprobarlos... El edificio mayor, sede del general de la Brigada, tiene una solemne portada tipo Partenón; ya adentro elmandamás se demora hasta las cuatro de la tarde cuando nos recibe seca y cortésmente. - Agradezco su interés por el caso aunque no puedo darles más información. Espero el informe del comandante de Tiputini sobre qué fue del ataque y de los dos grupos de turistas que viajaban por el río, nada sabemos si fueron o no atacados. José Miguel, boina en mano y actitud contrita, sugiere: - Veníamos por si ustedes hacían algún reconocimiento en la zona y podíamos acompañarles como en la última ocasión. - No existe disposición para ninguna salida -la voz militar adquiere perfiles más castrenses; de seguro le molesta la ingerencia en un asunto propio; primero necesito informes exactos y no meras habladas, después serán precisos dos helicópteros para operar. - En tal caso, si no tienen intención de intervenir pedimos su autoriza- 11

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