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del siglo un mono podía recorrer la costa ecuatoriana de Esmeraldas a Huaquillas sin tocar el suelo, de rama en rama; mas el mono ya se irguió, se hizo inteligente, trasquiló la selva y quizá se va a convertir en un Caín vagando por un desierto, poblando termiteros inumerables como éste de Guayaquil. Aplastado contra la tierra, muchomás miserable que glorioso, poblado de incontables obreros, demasiados guardianes, vagos pulgones yunas pocas reinas de abdomenmonstruoso, nunca suficientemente ahíto. Se terminó la selva y con ella los indios, ahí abajo no queda uno solo de ellos. Las culturas se fagocitan, quedan los escombros y las eternas cucarachas, más eternas e inmortales que ninguno de nosotros. Atravesamos más tarde la árida costa del Perú, línea de arenas sedientas cercadas porla salmarina. Alo lejos apenas se dintingue el azul de las serranías. No nos engafiemos, la distancia embauca, se trata de montafias resecas, casi lunares, arafiadas por los destrozos humanos o sísmicos, prácticamente estériles para el cultivo; tierra donde se da muy bien la miseria, el olvido, con los cuales se cocina un caldo tan riguroso como el de la revolución. Senderos luminosos que no llevan más allí del sufrimiento. "Estamos sobre Lima", anuncia el capitán de esta jaula voladora. Estamos entre los Andes y el mar, al fondo reluce la nieve; no se distingue alrededor de Lima un solomatiz verde, los mismos rastros de los torrentes andinos están dibujados en polvo amarillo. En esa ciudad viven uno de cada tres peruanos, rasgo definitivo de civilización. Las gentes tienden a agruparse como los animales que me suelen sermenos simpáticos; para la fiesta, el trabajo, incluso para las apariciones del Papa o deMaríamuchos prefieren reunirse en manada. Así avanzamos, de las ciudades nace el mundo moderno. Después salimos almarque no es tál aesta altura. Si de suorilla resulta espectáculo fascinante, creativo como el fuego, aparece anodino con esta perspectiva. Pocas cosas resisten el examen desde todos sus ángulos; prefiero el cielo por el clima yel infierno por la compafiía, decía un inglés indeciso. La lejanía transtorna el color de los montes, la creatividad del mar, la fidelidad de los recuerdos, la importancia de las cosas; resulta un eficaz atenuante para las pretensiones de nuestra inteligencia. Al definirla 124
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