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blancas o inocentes. No sólo la ociosidad es madre de vicios. Sin irmás lejos, ¿dónde está si no la mata de ese escrupuloso recelo en complicarnos la vida con las fórmulas nada puras de lo social? Pues unos veían el rabo del diablo balanceándose en el bosque marxista y otros huelen también a chamusquina en cualquier compromiso con un patrón. Eso porno paramos a contemplar la mayoría de expertos nadadores entre dos aguas, adalides de la "in medio virtus"; en el medio, o lo que es lo mismo, en el vacío. Nuestras compañías han de ser tan llenas de todas las gracias, nuestra novia tan repleta de virginales dones, que nos espera la más cantada soltería. Esto en teoría, claro está, pues de hecho cada quien se espanta las moscas a sumanera ymenea el rabo a su sabor. Decía antes lo estrecho de la pureza; junto a ella asoma otra de nuestras más acreditadas tentaciones, la hipocresía. Muchas veces lo somos a nuestro pesar, por tara congénita, además mamada en tantos retiros donde se nos ejercitaba para dominar el mundo. "Mi pequeño saltamontes, no eres de estemundo", decían nuestros queridos maestros haciéndonos ovnis (obje– tos voladores no identificados). Ami entender la Misión actúa como un antídoto contra esa tendencia alalevitación, ahurtar el cuerpo del astifino toro de la realidad diaria. Acá quien más quien menos se pringa un poquito, pues es tal la cercanía con la gente que te contagias. Es muy sucio el personal y a quien no se le va se le rezuma; total que a uno le salpican, se llena de churretones y, si se descuida, comienzan a identificarlo. Ha perdido la transparencia del objeto no identificado y viene a ser una fulana de tal cualquiera. Cada vez hay menos armiños entre los misioneros y abundan los gatos de barrio, productos de mil cruces o relaciones inesperadas, cicatrizados de un sin cuento de errores. Si ustedes vienen a preguntar por los santos de esta iglesia acaso los encuentren bastante profanos o incluso, como enla vieja antinomia latina, detestables por momentos. A pesar de ello quedan todavía complejos de limpieza de sangre. En todo esto voy pensando mientras vuelo rodeado de malas compa– fiías, jefes petroleros de Maxus. Viajamos en un pequeño avión, de los llamados ejecutivos, donde no sé si me encuentro entre dos ladrones, como el patito feo entre pollos escogidos o, es un decir, meando fuera de tiesto. 119

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