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Observemos por un lado la constancia de los tópicos cuando yo le pedía una identificación religiosa. - Yo me considero bien católica. Mire, voy a misa casi todos los domingo, rezo a santa Rita y san Antonio. En verdad a éste le tengo más confianza que a Dios, lo siento más cercano; no sé si eso será malo, ¿qué le parece? Aunque me cuesta mucho trabajo, me confieso todos los años. No me olvido de las limosnas a san Antonio, por cierto buenas limosnas, ahí me saco el egoísmo para un rato. - En cambio no le importan mucho los abandonados del guasmo de Guayaquil, los mendigos de la plaza de S. Francisco o los indígenas entre los que trabaja para su compañ.ía . - ¡Es que no los conozco!, ¿cómo quiere que me preocupen?. Sin embargo sientomucho cualquier cosa que le pase anuestramuchacha (ella es indígena de la sierra ¿sabe?) o incluso a Laura, mi perrita. - Sobre todo lo que le ocurra a su Laura, claro. - ¡Por supuesto!, ¿no le voy a tener simpatía si no da ningún trabajo y acompañ.a desde que yo era pequefía? - Con todo, apesarde los cuidados (pues el tal chucho lleva un vestidito que, contrariamente alo habitual entre las mujeres, oculta buena parte del tronco dejando al aire sus partecillas más útiles para la reproducción) no parece todavía una persona. - No lo es, pero le tengo mucho más cariño, ¿qué le voy a hacer? - Sí, es un problema. Según usted, ¿sería el cariño la medida para valorar a los otros? Si sólo ayudamos a quienes queremos volvemos al clan, a la tribu. Cada quien tendría entonces su propiamedida y ella sería la de todas las cosas. - Así es, también la suya es semejante. Lo que usted llama Dios no deja de ser su propia percepción, sólo que distinta a la mía. Nada más. - Me parece la suya una teología muy conveniente, supongo que deja espacio para pocas dudas. 117

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