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de un enemigo feroz, los peruanos; pero nadie les entrenó contra la temible movilidad de los mosquitos, la guerrilla del hambre, el implacable asedio del hastío. -Padre, ¿no puede darnos una misita?, ¡nadie se acuerda de nosotros! - Seguro, a la bajada la hacemos. No voy a neganne; en boca de este gladiador de rostro tan poco beato, sin duda se trata del último recurso, una petición desesperada. Pero, ahora que me fijo, tienen compafiía. Un cosco, de cabeza rapada en los laterales y cresta de mohicano, acuna una radio desportillada; ha sintonizado el espacio deportivo donde el locutor está preguntando al 'míster' de un famoso equipo de fútbol, antes del partido: - Profesor, ¿cual va a ser la mística ante el match, especulativa o de triunfo? Le doy vueltas a ese lenguaje como el oficial ami cédula, no entiendo nada; guerreros y jerga futbolera me son extraños. Pero repito mi impresión, ¡qué encerrona tan absurda para una raza de Rambos! PARÁBOLA CON LAURA Puesto que ahora la mayoría somos ecologistas y protegemos como a un dios todo lo natural, acojamos con misericordia al más auténtico sentimiento: el racismo. Créanme, se cría tan natural como la vida misma. Además es frondoso, variado, imaginativo, como la selva tropical. Entre la gente bien, serrana o quitefia, el racismo luce como marca de garantía: "made in Quito". Ésta es una sociedad de castas donde cada quien debe guardar su lugar pese a la confusión de los nuevos tiempos. No voy a olvidar la frase de la anciana matrona, devotísima amiga de los capuchinos, que confesaba enroman paladino: "si en el lecho de muerte tuviera para bendecinne sólo a un padrecito indio, no lo traigan, prefiero pasanne sin él". A la misma le ponderaba yo un día su suerte al recibir 115
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