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correntada y arena. Falso cimiento para un mundo que se devora a sí mismo y así perdura, selva y agua, materiales perecederos que no aspiran a otra eternidad sino la de la transformación continua. Sobre la arena crecen cañas, guarumos, plantas presurosas que estiran su vida con impaciencia pues saben que, con mucha probabilidad, no será larga. Soplarán los vientos, se desatarán los torrentes y estos edificios isleñ.os serán devorados por la próxima avenida. ¿Da esto razón al evangelio? A mi entender, no; es laconstataciónde que aquí debe cambiarde parábolas. RAMBOS ¡Cómo desentonan estos guerreros sin causa y sin antifaz, perdidos en la selva! Después de Rocafuerte, surcando el Aguarico, se suceden los puestos militares, parada obligada y espera segura. Los nombres de las cédulas son chino para ellos o tal vez alguna estela de signos cabalísticos; hacen girar en sus manos el papel igualito a aquéllos guardias, tricornios, de nuestra infancia, cuando observaban, con la atención de un relojero, la documentación sostenida al revés. - ¿Está todo en orden, mi oficial? - Así es, ¡siga no más! Nunca he conocido, fuera de los rostros desencajados de los animales enjaulados, unas más sinceras manifestaciones de aburrimiento a las que puedo observar enlas caras de estos penados porlapatria. Alguno de ellos lava sus botas o la ropa en el río, Ótros están tumbados con parecida disciplina a la de los lagartos, lamayoría anda sincamisa, más de uno sólo en pantaloneta; la marcialidad les debe ser tan extraña como el agua de colonia. En cambio se les supone valor pues no hace falta poco para quedarse en estas soledades armados con fusiles tan gloriosos de herrum– bre, tan valiosos para un anticuario. Les trajeron para defender la patria 114
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